Tres Semanas, Ocho Segundos – Nige Tasell

Tengo cuatro imágenes grabadas en mi memoria de las que puedo decir, sin duda alguna, que son mis primeros recuerdos sobre el ciclismo: una es, más que una imagen, el recuerdo de un momento, el paso por Pinto de La Vuelta a España que ganó Sean Kelly, que era el que yo quería que ganara porque lo tenía en esas imágenes de ciclistas que se pegaban en las chapas y que se vendían por los ochenta.  Recuerdo que me impresionó, con mis tiernos ocho años, lo rápido que pasó el pelotón. La siguiente es una entrevista de ese mismo año a Perico Delgado, mientras se intercalaban unas imágenes de carrera, y en la que el segoviano trataba de justificar por qué tenía que seguir en carrera. No entendí nada, pero recuerdo de manera vívida ese momento. Después viene el recuerdo de cuando, viajando con mis padres en coche a Almería, nos cruzamos con el pelotón de La Vuelta de 1989; nos detuvo la GC en un cambio de rasante, pasó un BH en cabeza y segundos después el pelotón; a su cola recuerdo la cara de sorpresa de un ciclista que iba haciendo sus necesidades sobre la bici, al sobrepasar el cambio de rasante y vernos allí. Literalmente aplaudimos a un tío por mearnos los pies. Por último, recuerdo el Tour de ese año, una curva cerrada en la que, de repente, Greg LeMond y Laurent Fignon se van largos mientras Perico cogía unos metros, y cómo yo no entendí por qué Perico no aceleraba  y dejaba atrás al resto para ganar su segundo Tour. Yo tenía nueve años, ¿Cómo podría sospechar que casi treinta años después traduciría un libro en el que se mencionaba esa precisa curva?

 

Tres Semanas, Ocho Segundos es un libro que narra ese Tour, el Tour de 1989; probablemente, uno de los Tours más recordados de la historia. Hay quien dice que fue más emocionante la edición de 1986, con la guerra fratricida entre el Tejón Hinault y Greg LeMond; pero, en lo que a suspense se refiere, no creo que nada consiga superar adjudicarse un Tour de Francia por apenas ocho segundos. Ya lo han dicho otros: cuenten ocho segundos y piensen qué son capaces de hacer en ese intervalo de tiempo. Tal vez levantarse de un sillón y tomar un libro de una estantería, tal vez reaccionar ante el sonido que avisa de la entrada de un mensaje, alcanzar el móvil y leerlo… levantarse e ir al frigorífico a por una cerveza ya precisa de más tiempo. Pues ese fue el lapso de tiempo por el que Greg LeMond ganó  al recordadísimo grande del ciclismo Laurent Fignon, después de tres semanas y más de tres mil kilómetros de carrera.

 

Durante el desarrollo del libro se nos presenta bastante bien esquematizado el desarrollo del Tour en forma de drama en tres actos, arrancando con un preludio que nos retrotrae al accidente de caza que sufrió Greg LeMond durante la pascua de 1987, cuando su cuñado le descerrajó un disparo accidental con una escopeta de perdigones… manera mucho menos sutil de mostrar animadversión ante el marido de tu hermana que echarle la cabeza de un langostino en el plato sin querer. Después, durante el primer acto, se nos describe a los contendientes y sus trayectorias durante los últimos años, pasando luego por momentos clave como el famoso despiste de Perico Delgado. Los siguientes capítulos desgranarán la continua lucha por recuperar tiempo que emprendió el segoviano durante las siguientes dos semanas, o los siguientes tres actos. Por fin, desembocamos en el cuarto acto, la etapa final y los ocho segundos que decidieron el Tour.

 

La narración tiene un buen ritmo, te hace revivir la carrera y volver a saborearla, además de vibrar con ella. Yo era muy crío por entonces, como he señalado, pero según lo traducía comenzaron a aflorar pequeños flashes de memoria, como mi padre gritando, casi implorando una respuesta, “¡Perico! ¿Pero dónde está Perico?”, como debieron de gritar varios millones de españoles en esos segundos del prólogo. Por otro lado, y no soy el único que ha notado este asunto, no deja de estar redactado por un escritor británico y eso se nota, para lo bueno y para lo malo. Para lo bueno, el despliegue de recursos y entrevistas que realiza durante el desarrollo del libro, desenterrando anécdotas y sucesos que en el momento pudieron parecer simples lances de carrera, pero definirían la mala suerte de toda una vida, como cuando habla de la etapa que perdió el belga Rudy Dhaenens en la penúltima curva. Por otro lado resulta inevitable que se acabe notando también el egocentrismo anglosajón que rodea al ciclismo actual, en el que unos casi recién llegados parecen saber más que todos los que hicieron del ciclismo un deporte grande durante el siglo en que ellos se conformaban con dar vueltas al velódromo. Me refiero a ese aire de superioridad y condescendencia que en ocasiones desprenden los autores anglosajones al tratar el ciclismo, como en el caso del manillar de triatleta que LeMond estrenó en el Tour y el 7-Eleven había estrenado en competición meses antes. Sí, fue un invento anglosajón, pero hay veces en que da la sensación de que hasta ese momento los ciclistas fueran en draisiana. Antes de que ningún anglosajón soñara con poder ganar el Tour, ya hubo desarrollos en la bicicleta, como los mismos desarrollos, los tejidos de los maillots etc. Lo curioso es que el primer británico que causó un impacto real en el Tour murió atiborrado de anfetaminas ascendiendo el Ventoux, y su mayor legado fue, precisamente, dejar claro el gran problema que ya era el dopaje allá por los sesenta. Sin embargo, para los británicos es un héroe. Nada nuevo bajo la lluvia de la campiña.

 

Pese a esta pequeña muestra de cinismo, este es un libro que no solo disfrutarán los aficionados al ciclismo, sino cualquiera que ya tuviera un poco de uso de razón por aquel entonces y recuerde los telediarios que anunciaron la victoria de LeMond o el despiste de Perico. Es entretenido, ameno, emocionante, emotivo por momentos… imposible no maldecir al destino por habernos arrebatado tan joven a Laurent Fignon mientras se leen las últimas páginas. Sin duda, uno de los libros que más me ha gustado traducir. Como dijo mi padre tras leerlo, lo mejor del libro es que, a diferencia de otros títulos que tratan ciclismo más pretérito, ese es un Tour que le sigue sonando a muchísima gente, lo que hace que se paladee a través de los recuerdos propios. Una clara recomendación para cualquier ciclista cuarentón o cincuentón.

 

Ah, tengo un quinto recuerdo, y también fue de este Tour, pero ¿quién no se acuerda del escupitajo que le dedicó Laurent Fignon a una cámara de TVE? ¡Ah, Laurent! ¡Tan odiado entonces y tan recordado hoy en día!

 

Podéis encontrar el libro en la web de la editorial; también en Amazon, Casa del Libro, vuestra librería habitual y, en Colombia, en Moovil.

 

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