Nueva carrera, otra vez del open de Guadalajara. Esta vez nos tocó quedarnos relativamente cerca, en la localidad de Marchamalo, al lado de Guadalajara capital. Pese a lo revuelto que acabó el día, la mañana nos regaló un clima perfecto para disfrutar del mountain bike. La organización, por su parte, nos regaló un recorrido interesante por una zona en la que tampoco había mucho de dónde sacar.

En Marchamalo no hubo tiempo para paseos por el pueblo, directamente se salió a degüello. Tenía yo entendido que iba a ser carrera pistera, y en muchos tramos así lo fue, pero ya desde los primeros tramos de pista pudimos comprobar que la característica principal de esta carrera iban a ser los cantos rodados que contínuamente asomaban bajo las ruedas. Habia estado toda la semana dudando si llevar bici doble o rígida, básicamente porque no terminaba de encontrarme cómodo con la doble. A última hora del sábado decidí recolocar la posición de las calas y llevarme la bici doble, pese al lastre que supone el Kenda Nevegal que me montaron antes de la carrera de Molina: todo un acierto, pese a haberle puesto más aire de lo normal al amortiguador, fue mucho más cómodo pasar entre los cantos rodados con una doble suspensión de lo que habría sido con rígida.
Desde el principio empecé a notarme mucho más cómodo y con más fuerzas de lo que me había encontrado en las carreras anteriores. Al poco de empezar pasé a Rakel, mi compi en la carrera de Molina. Un par de kilómetros después pasaba a su chico, quien me grita «hoy sí que vas bien ¿eh?», o algo así, el sentido era ese, vamos. La verdad es que sí, voy bien, incluso forzando un poco la máquina. No bajo de 170 pulsaciones, veo que voy rodando con algunos de los corredores con los que solía rodar el año pasado. Y eso me motiva, aunque como digo, tal vez estoy forzando un poco. Al llegar al primer avituallamiento, dos pequeños reveses: voy con sed y no hay agua, y sólo estamos en el kilómetro 16. Pensaba que llevaríamos más, porque estamos rodando literalmente con el corazón en la boca.
Decido levantar el pie, y veo cómo se me escapa el dorsal 198, uno de los que digo que solían estar cerca el año pasado. LLegamos a un sembrado en el que me cuesta avanzar y se me va muy lejos. Se me está empezando a hacer larga la carrera, así que me olvido de él y me centro en guardas fuerzas. Realmente me estoy dando cuenta de que me he pasado al comienzo y de que se me están empezando a atragantar las cuestas. Me pasan dos de Gárgoles, a los cuales tengo un poco de ojeriza puesto que creo que acortaron en la carrera de su pueblo y entraron delante de mí cuando había sufrido lo mío por adelantarlos. Eso me pica en mi orgullo, y subo el ritmo. Así vuelvo a coger al 198. Le pregunto, puesto que lleva culotte del club A rueda de Marchamalo que cuánto queda para el avituallamiento, y me señala una loma con una subidita interesante. Le comento que se está haciendo larga la carrera y me dice que a él igual. LLegamos a la loma y yo, como de costumbre, paso de darme un calentón subiendo sobre la bici a la misma velocidad a la que iría a pie. Pateo, llego a la parte de arriba y paro en el avituallamiento. Se me vuelve a ir el 198.

Al final, quedo alrededor del 200 en 290 corredores. Ha habido problemas pues algunos de los que corrieron no aparecen en las clasificaciones. Pero aproximadamente he llegado en el 70%. No es un gran resultado, pero es lo mejor que he conseguido este año en Guada, así que estoy muy contento. Por momentos se ha vuelto a ver a Superpowered Superfly. Y lo bueno es que sé que tengo margen de mejora aún. Ahora a pasar un fin de semana de cumpleaños y comienza el primer tríptico del año: Pastrana, Madrid Xtrema y Humanes. Veremos qué tal se da. Miedo me da Madrid Xtrema, pero espero haber encontrado ya por fin la postura sobre la bici que me permita tirarme horas y horas sin cargar los cuádriceps. El resto dependerá de lo amueblada que tenga la cabeza ese día. Ya lo iré contando.