¿Sabrías decirme qué tienen en común Mark Twain, uno de los padres de la literatura norteamericana, con Alfonsina Estrada la hija de un granjero de Emilia? ¿Y qué podría emparentar a un herrero escocés de la mitad del siglo XIX con un chavalote navarro nacido más de cien años después y que responde al nombre de Miguel Indurain? La respuesta es la bicicleta, y en el libro Escapadas, de Euan Ferguson, encontraremos la historia de estos cuatro nombres arriba indicados, además de la de otros muchos hasta completar la cifra de 50 personajes que, de una forma u otra, ayudaron a la expansión de la fama y el cambio en la percepción de la bicicleta.
Como resulta obvio, nos encontramos ante otro libro de batallitas en el que aparecen la mayoría de sospechosos habituales en este tipo de libros dedicados al ciclismo, además de que se nos cuenten algunas de sus gestas. Por supuesto que están Coppi y su némesis, Bartali, y como no podía ser de otra manera se nos cuenta, una vez más – y nunca serán suficientes – cual fue la mayor victoria de la carrera de Gino el Pío. También aparecen, ¡impensable que no lo hicieran! el Caníbal y el Tejón, Marshall “Major” Taylor y Greg LeMond, Bottecchia y Pantani, y la mayoría de grandes nombres de la historia del ciclismo de competición. Pero, junto a estos nombres reconocidos encontramos otros que no lo son tanto, conocidos solo por los iniciados en la historia de este deporte, y algunos ni eso.
¿Quién fue Frances Willard y por qué el suyo es uno de los nombres capitales, no solo en la historia del ciclismo femenino, sino de la todavía lejana igualdad entre hombres y mujeres? ¿Qué pinta un padre de la ciencia ficción como H.G. Wells en un libro de ciclismo? ¿Quién fue Marguerite Wilson y por qué tú, amigo y amiga que leéis esto y el domingo llegaréis antes de la comida a casa, derrengados y satisfechos de vosotros mismos por la larga ruta que habéis completado, jamás conseguiréis llegarle a la suela de los zapatos? El fuerte de este libro está precisamente en esos nombres que no son tan habituales. Todos sabemos quién fue Lance Armstrong y lo que hizo, ¿pero por qué resulta tan importante Andrei Kivilev y por qué le deben tanto todos los aficionados al ciclismo que usan la cabeza para algo más que para peinarla? El que pueda hacerlo, claro, que la genética es así de cabrona y no solo hace imbéciles a algunos, sino que encima nos hace alopécicos. Puede que a algunos les suenen los nombres menos conocidos de Dieter Wiedemann – de quien ya hablaremos en otra entrada -, Jean Bobet o Graeme Obree, todos ellos con su parcela en el olimpo del ciclismo de competición, pero no creo que muchos de los que piensen en hacer, en algún momento, un viaje del tan de moda bikepacking conozcan a George Nellis; ni sepamos ninguno quién fue Tessie Reynolds ni lo que le debemos al ponernos un culotte; sobre todo si eres mujer.
Otra de las cosas que se agradecen en este libro es, precisamente, el gran peso que le otorga al ciclismo femenino. Seamos sinceros, el problema de los libros de batallitas reside en que, por muy bien escritos y editados que estén, por muy bueno que sea el producto ofrecido, llega un momento en el que ya nos sabemos algunas de las historias que nos van a contar. Esto redunda en que, en muchas ocasiones, un producto que en otras circunstancias podría resultar de lo más novedoso, nos produzca cierta sensación de hastío. Yo, que tengo a estas alturas cuatro libros de este tipo traducidos, me encuentro con que he tenido que traducir algunas de estas anécdotas en cada uno de ellos, contadas de manera diferente. Que no se me malinterprete, como me decía un profesor en la Universidad, no se trata de que otros ya hayan contado lo que tú quieres contar, sino de cómo lo vas a hacer tú; siempre estaré agradecido de tener que traducir de nuevo, y las veces que hagan falta, estas historias, sobre todo por respeto al esfuerzo del escritor que ha intentado hacerlo lo mejor que habrá sabido. A lo que me refiero es a que al enfrentarte a historias nuevas, menos conocidas y que te hacen acostarte ese día con una nueva cosa aprendida, disfrutas de un soplo de aire fresco, y es ahí justo donde reside el fuerte de esta obra. Sí, están las historias de siempre, pero son esas otras historias menos conocidas las que le dan el valor excepcional a este trabajo. Y, dado que por lo general el universo femenino no ha tenido peso en el mundo de la literatura ciclista, más allá de las referencias que de vez en cuando aparecían a Beryl Burton o Jeannie Longo en otras obras, encontrar en un libro anecdotario que casi el 20% de las historias recogidas giran en torno a diferentes mujeres resulta estimulante. Y aunque en realidad sean muy pocas, comparativamente, es cierto que no desentonan con respecto a otras historias y nombres que han tenido que quedar fuera.
Por otra parte esto equilibra, en cierto modo, el fallo constante que suelen tener estos libros. Al ser traducciones del inglés el original suele estar pensado para el público británico o norteamericano, lo que provoca que siempre falten nombres que de otra manera resultarían obligatorios. Por ejemplo, una constante que me encuentro siempre en estos libros y que no dejaré de considerar imperdonable es que aparezca Bradley Wiggins pero no lo haga Alberto Contador. Pero claro, el libro es británico y yo me crie a 500 metros del pistolero de Pinto, puede que se me pueda acusar de tampoco ser ecuánime… pero es que Wiggins ganó un Tour, y el resto de sus logros han sido en pista o en la contrarreloj de mundiales y Juegos Olímpicos, mientras que cada cual podrá escoger si Contador ganó 7 o 9 Grandes Vueltas. Y cuando digo Contador digo Nibali, digo Bugno, digo Jan Ullrich, digo Tom Boonen, digo Rik Van Steenbergen… hay decenas de nombres que, por sus méritos, podrían aparecer en lugar del patilludo de Gante en este tipo de libros. Pero ya decimos, es un producto británico para un público británico, y queda patente. Esto no quita para que, con todo lo expuesto más arriba, el libro merezca muchísimo la pena. Cada uno de los anecdotarios que he traducido resultan impresionantes por algo; La Historia del Ciclismo en 80 Días lo es por las ilustraciones; Maillots Ciclistas lo es por contarnos la historia de la prenda más característica y reconocible del ciclismo; y este libro lo es por la elección de la mayoría de sus protagonistas y lo cuidado de sus textos. Por cierto, siempre digo que lo que encuentro más complicado a la hora de traducir estos libros es que tengo que meter el texto en el mismo espacio en el que entra la redacción original. En este caso no os imagináis el desafío que supuso. Aunque siempre puede complicarse todavía más, como pasaría unos años después. Aunque ya llegaremos a eso.
Podéis encontrar el libro en la web de la editorial; también en Amazon, Casa del Libro, vuestra librería habitual y, en Colombia, en Moovil. Y, si por cualquier motivo os resulta imposible comprarlo, por lo que sea, solicitad que vuestra biblioteca municipal adquiera una copia. Es un servicio 100% legal que prestan las bibliotecas públicas y no todo el mundo lo conoce.
