Etapa 1- Vivar del Cid – Covarrubias: 63,1 kms,  3 horas 55 minutos, 780 metros de desnivel acumulado

¿Sabéis qué diferencia Burgos de la costa de Granada? 25. Esos son los grados de diferencia que me encontré entre la última salida en bicicleta que hice antes de iniciar la Ruta del Destierro y el día en que debía comenzar esta ruta. Entre un viernes y un lunes pasé de que el Garmin me marcara unos (exagerados, bien es cierto) 35,8 grados a los apenas 10 de máxima que predecía la Aemet. Y no solo era la bajada de temperaturas -también he de decir que, aunque acusada, en las horas centrales del día tampoco provocaba que se estuviera mal en Burgos-, era el viento, que soplaba del norte. El caso es que 10 eran los grados que se preveían de máxima en las horas centrales del día, y aunque tampoco es que sea una ola de frío, es cierto que para alguien acostumbrado a las suaves temperaturas de la Costa Tropical es comparable a alistarse en la Guardia de la Noche. Y, aunque estaba prevenido contra esa bajada de temperaturas, algo me hizo pensar que lo mismo la AEMET exageraba y por ello me fui con ropa ciclista de entretiempoentretiempo Mediterráneo. ¿Resultado? Tuve que postponer un día el comienzo de la primera etapa y acercarme al Decathlon de Burgos a comprar ropa que me abrigase un poco más.

Por fin, un día más tarde de lo planeado y bien abrigado, bajé mi bicicleta del portabicis junto a la iglesia de Vivar del Cid y, tras las fotos de rigor para inmortalizar el inicio de mi primer viaje ciclofurgonetero, puse rumbo a la vecina capital burgalesa. Aunque antes debo dedicarle unas palabras a, no por diminuta menos hermosa, Vivar del Cid. La sensación que me dio es que encapsula gran parte de la idiosincrasia castellana, con su sobriedad, el estoicismo ante los embates del clima, lo abierto de sus paisajes… Y allí, en un entorno en el que apenas el asfaltado de las calles y los vehículos nos impiden trasladarnos a la Edad Media, encontramos los homenajes frecuentes a toda la mitología cidiana y la Legua 0 de nuestra ruta, el punto de inicio exacto del Camino del Cid. Desde aquí partimos y en apenas un kilómetro pasamos por Quintanilla-Vivar. En la actualidad, Quintanilla-Vivar forma el ayuntamiento que rige tanto las poblaciones de Quintanilla como la de Vivar, que suman entre ambos alrededor de 870 habitantes. Las bajas cifras de población en las diferentes localidades serán una constante a lo largo de toda la ruta, y nos harán comprender mejor a los urbanitas como yo el auténtico significado de la expresión España vaciada.

Desde Vivar del Cid dio comienzo, por fin, nuestra primera aventura ciclofurgonetera

Tras apenas dos kilómetros de ruta ya me había dado tiempo a despistarme en dos ocasiones del camino que debía seguir. La primera vez fue en una de las pocas y pequeñas calles de Quintanilla, donde el track cargado en el Bryton me llevó por un punto diferente al de la señalización oficial de la ruta, lo que, unido a la lentitud con la que gira la pantalla de este ciclocomputador provocó que me pasara el callejón por el que debía seguir. Este lag, unido al retraso propio que sufren las indicaciones en vivo de Komoot, provocaría que en cada una de las etapas se repitiera en varias ocasiones la toma errónea de caminos. La segunda vez que me despisté del camino ya corrió por mi cuenta, pues me confié en una bajada pensando que debía continuar recto, pese a que tanto la señalización del Camino -que no vi- como el track -al que no miré- indicaban un desvío a la derecha. También, en esos dos escasos dos kilómetros me di cuenta de que aunque el clima era fresco, había cometido el error de enfundarme numerosas capas.

La división oficial del track propuesta en la web www.caminodelcid.org sugería una primera etapa a modo de prólogo de apenas 12 kms entre Vivar del Cid y Burgos. Yo opté por seguir la edición del track que publicó en su perfil Álvaro Hernández, usuario y creador de colecciones de rutas en Komoot. A lo largo de los días me di cuenta de que seguir esta edición del track sería todo un acierto. No obstante, el motivo inicial de optar por el track de este usuario es porque me parecía un error comenzar con esa etapa propuesta por la web oficial. No le veo demasiado sentido a ese primer día de apenas 12 kms. Entiendo que la planificación de la web busca maximizar las estancias del turista en los establecimientos de hospedaje, pero considero más acertado que, si se quiere disfrutar de Burgos, se haga tranquilamente el día antes de comenzar el viaje a pedales, puesto que el tramo entre Quintanilla-Vivar y Burgos no tiene absolutamente nada reseñable. Son cinco primeros kilómetros de pistas seguidos de cerca de seis kilómetros más por carril bici bordeando polígonos industriales hasta entrar en Burgos por la parte oeste de la ciudad. Siendo sincero, y no queriendo que esto suene a crítica hacia el Consorcio encargado del Camino, más allá del hecho histórico de comenzar desde el mismo punto en el que arranca el Cantar, el tramo no tiene ningún interés en absoluto como para darle la importancia de convertirlo en una etapa de pleno derecho. Sumamos, además, que después tendremos que atravesar la ciudad de Burgos, que pese a contar con partes preciosas y retrotraernos al Cantar en zonas como el paso del río Arlanzón, no deja de ser una ciudad, con su tráfico. El resultado es que, en mi opinión, esos 12 kilómetros de la etapa previa es mejor anexarlos al arranque de la segunda etapa del track oficial, puesto que, además, a partir del kilómetro 15 comienza un tramo de subida constante hasta el 23, tramo al que nos tocará enfrentarnos fríos si lo afrontamos al comienzo de la segunda etapa propuesta por el Consorcio.

En aquel día en el puente que pasa el río Arlanzón júntanse muchos guerreros, mas de ciento quince son. Todos iban en demanda del buen Cid Campeador.

Sin embargo, tampoco hemos de pensar que ese tramo de ocho kilómetros sea duro de afrontar, al menos sobre el papel; su dureza se debe más a factores externos que a la inclinación del terreno. En mi caso, la dificultad fue debida más bien al viento que soplaba de costado y al primer encuentro con un problema que me acompañaría durante el resto de etapas: la abundante grava en algunos puntos del camino y lo roto de otros tramos debido al paso de la maquinaria agrícola. En cuanto a desniveles, el punto de porcentaje más alto apenas llega al 6%, y el terreno se aplana bastante al paso por Cortés, hasta que un par de kilómetros más adelante vuelve a ascender en otro repecho que nos conduce a una bajada desde la que alcanzaremos el Monasterio de San Pedro Cardeña. Este monasterio es otro de los puntos cardinales cidianos, pues en los primeros cientos de versos del Cantar se nos da cuenta de que es aquí donde Rodrigo Díaz deja a su esposa, Doña Jimena, y a sus hijas, encomendándole su manutención al Abad de San Pedro, Don Sancho (Sisebuto, en otras fuentes); al dejarlas a su cuidado, el Cid le dice al abad -después de entregarle cincuenta marcos que a su regreso serán cien más- aquello de que por cada moneda de más que el monasterio gastara por ellas, cuatro les devolvería. Un poco como la versión medieval de aquella canción de Estopa de un fiera que entraba en el bar invitando a todo el mundo. Además de esta aparición en el Cantar, tres años después de su muerte real, Rodrigo Díaz fue exhumado de su sepulcro en Valencia y conducido a este monasterio por orden de Doña Jimena, quien tuvo que abandonar Valencia y llevó consigo los restos de su esposo, cuyo cuerpo quedó embalsamado allí y sentado en el presbiterio. Las autoridades del monasterio avivaron el culto al Cid corriendo nuevas leyendas acerca de milagros realizados por su cadáver. De hecho, a las afueras del monasterio un monolito marca el lugar en el que la leyenda aseguró que aquel era el sitio de reposo eterno de Babieca. En el Cantar será desde San Pedro Cardeña donde el Cid parta, por fin, de tierras castellanas para adentrarse en el destierro, cubriendo en pocos versos lo que nosotros tardaremos varios días en recorrer.

Podría decirse que el Monasterio de San Pedro Cardeña es el centro neurálgico de la leyenda cidiana

Dejando atrás el monasterio por una carretera y pista en cuesta durante algo menos de dos kilómetros hay que continuar enfrentándonos a un camino que dificulta el avance por su firme, y en mi caso por el frío viento, que comenzará a ser más favorable cuando en un momento dado un giro a la derecha nos haga cambiar de camino y comencemos un suave descenso de alrededor de tres kilómetros que nos llevará hasta Modúbar de San Cibrián, pueblo atravesado por el camino y que en 2022 tenía una población de 63 habitantes. Pese a lo pequeño de su tamaño nos descubrirá otra de las constantes de este viaje: que cada pueblo, no importa lo pequeño que sea en la actualidad, cuenta con una iglesia preciosa, en este caso la Iglesia de San Pedro Apóstol.

Una de las cosas más impresionantes de este camino es comprobar el enorme patrimonio histórico con el que cuenta hasta el pueblo más pequeño. Aquí la iglesia de San Pedro Apóstol

A partir de aquí seguirá un terreno abierto trufado de subidas y bajadas de escaso desnivel que nos lleva por Quintanilla/Los Ausines hasta Cubillo del Campo. En Cubillo del Campo nos espera la mayor dificultad del día tras dejar el pueblo atrás y cruzar una carretera: un repecho que, pese a no llegar al kilómetro de longitud, pica lo suficiente por su inclinación como para que mis piernas, bastante cansadas ya tras batallar durante 45 kilómetros contra el viento y un firme que casi nunca permite rodar fácil a mi bicicleta -por no hablar de una preparación física mucho peor de lo que pensaba- dijeran basta y tuviera que echar pie a tierra pensando en no gastar fuerzas que puedo echar en falta en los kilómetros finales; las eché en falta de todas formas. En realidad, llegué prácticamente arriba del todo, me quedaron unas decenas de metros para coronar, por lo tanto, he de admitir que tampoco es un muro, precisamente. Fue, tal vez, falta de fuerza mental para aguantar, pues el repecho se veía desde varios cientos de metros atrás, junto a un hito que, no sé por qué, decidí no parar a fotografiar: la mayor espada Tizona del mundo, que con sus sesenta metros de longitud remarca la leyenda «Camino del Cid» escrita en piedra sobre la ladera. Sería lo impresionante de esta Tizona lo que magnificaría a los ojos el repecho, drenando mi fuerza de ánimo. El caso es que tampoco era para tanto, solo que yo estaba cansado de más, ya.

Al abandonar Cubillo del Campo nos espera la Tizona más grande del mundo. Foto tomada del la web www.caminodelcid.org

Aprovechando el pie a tierra decido comer una barrita de cereales y un gel, puesto que veo que me adentro en los 18 kilómetros finales y, viendo lo cansadas que llevo ya las piernas -hace años que no paso de 50 kilómetros del tirón-, temo que las fuerzas no me acompañen al final y me visite el del mazo. Otro de los problemas a los que me enfrentaré en las siguientes etapas es que el Bryton 420 no permite -hasta donde yo sé- consultar el perfil completo del track que se está siguiendo; tan solo permite visualizar el tramo más inmediato. Esto hace que información tan valiosa como la longitud de la siguiente ascensión, o cuántas ascensiones quedan por delante, sean imposibles de conseguir. Extraño en un aparato que te ofrece cientos de datos, en ocasiones poco relevantes. El caso es que de haber tenido ese perfil, habría visto que los siguientes 15 kilómetros eran, sobre el papel, un sencillo sube-baja. Infeliz de mí, calculé que me quedaban alrededor de 45 minutos de ruta, pero la grava del terreno y los continuos toboganes provocaron que sólo hasta la localidad de Mecerreyes, a 9 kilómetros, tardase más de media hora… teniendo en cuenta que el primer kilómetro y medio era descendiendo la ladera contraria del repecho que acababa de subir.

El Camino está tan plagado de iglesias que, al final, llegaremos incluso a perder la sensación de sorpresa que nos provocan. En la foto, la Iglesia de la Asunción en Quintanilla, los Ausines

Saliendo de Mecerreyes quedaba tan sólo afrontar unos últimos 6 kilómetros hasta Covarrubias, que fueron por carretera y se hicieron eternos, empleando otra media hora pese a que la mitad de ese tramo de carretera fue en bajada. Fueron varios los repechos que, por culpa de mi ausencia de fuerzas y preparación -y me había quedado sin agua, además- se fueron convirtiendo en puertos de montaña, con la cuenta atrás de distancia que incorpora el Bryton resistiéndose hasta la agonía en restar cada centenar de metros que faltaban. Aquí tengo que señalar otra de las grandes ideas de la edición del track realizada por Álvaro Hernández; y es que, como comprobaría al día siguiente, cada final de etapa estaba pensado para realizar los últimos dos o tres kilómetros cuesta abajo, y cada inicio de etapa se acometía en subida, con piernas más frescas… en teoría.

Allá donde se mire, Covarrubias muestra su legado medieval

Por lo pronto, en el precioso pueblo medieval de Covarrubias (alrededor de 55 habitantes) hay habilitada una zona de estacionamiento para autocaravanas, y allí me esperaba Esme para grabar el momento de mi desencajada llegada. Se agradece que los ayuntamientos habiliten este tipo de zonas de servicios, aunque en este caso apenas se podía rellenar y vaciar depósitos de aguas limpias y grises. Este hecho fue fatal de cara a la tercera etapa. Pero lo que es cierto es que tener un sitio donde poder aparcar la camper -y no éramos los únicos, llegué a contar 6 vehículos vivienda- permite visitar y disfrutar del precioso pueblo que es Covarrubias, ligado al otro héroe de la poesía medieval castellana, Fernán González, uno de los personajes clave en el incipiente reino de Castilla, durante el siglo X. Merece la pena pasear por las calles de Covarrubias y admirar su recogimiento medieval, sus murallas, su torreón… y una recomendación: no dejéis de comprar pan y productos típicos.

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