Hasta ahora, todas las traducciones que hemos ido mostrando en esta sección han tenido el ciclismo como denominador común, no en balde, la editorial Libros de Ruta es una editorial que tienen en este deporte su nicho de dedicación y mercado. Pero llegado 2018, y ante el empuje del editor de esta casa, Eneko Gárate, vio la luz un nuevo sello hermano de Libros de Ruta, LDR Sports, con la intención de publicar todos esas historias de cualquier otro deporte que merecen ser contadas. Y yo tuve el placer y el honor de traducir el primero de los títulos con el que vio la luz esta nueva y emocionante aventura: La Carrera Más Sucia de la Historia, del periodista escocés Richard Moore.
Moore es un viejo conocido en el mundo del ciclismo, pues, entre otros, ha publicado libros como Slaying the Badger, sobre el fratricida Tour de Francia de 1986 que enfrentó a Greg LeMond contra Bernard Hinault, o Sky, El Límite es el Cielo, publicado por Libros de Ruta, y cuyas páginas relatan el nacimiento del todopoderosísimo equipo Sky, hoy Ineos Grenadiers. Sin embargo, en esta ocasión Moore nos lleva al tartán y el atletismo, situándonos en la que, tal vez, fue la época de mayor esplendor de este deporte en cuanto a expectación se refiere: la década de los 80 del SXX, cuando los aficionados pudieron disfrutar de una de las rivalidades más enconadas de la historia del deporte, personificada en las figuras de Carl Lewis y Ben Johnson.
En sus páginas el lector podrá descubrir un relato dividido en tres partes, que parte desde la infancia y adolescencia de los dos grandes rivales, pasando después a los años en los que se fraguó la gran rivalidad que alcanzará por fin el clímax en la tercera parte, los Juegos Olímpicos de Seúl 88 y esa carrera que ha sido denominada como la carrera más sucia de la historia, pues 7 de los ocho participantes en ella acabaron salpicados de un modo u otro por el dopaje. De hecho, el dopaje es, por encima de los dos atletas, el gran protagonista del libro. En un gran despliegue de fuentes y entrevistas, Moore nos relata cómo los deportistas del bloque del este comenzaron a doparse con esteroides anabólicos durante la década de los años cincuenta, siendo imitados rápidamente por sus homólogos del oeste. Recordemos el contexto, comienza la guerra fría y todo aspecto de la sociedad se convierte en una batalla encarnizada entre los dos bloques enfrentados, con la propaganda amplificando cada logro y cada victoria, cualquiera que sea el ámbito en el que se logra. Si los halterófilos soviéticos usaban testosterona para destrozar cada récord, pronto los americanos desarrollaron un esteroide anabólico para superar sus récords sin sufrir los efectos secundarios que acarreaba el abuso de testosterona. Aunque esta sustancia tuviera sus propios efectos secundarios, su uso se extendió a otros deportes, llegando al atletismo… y a los Juegos. Porque otra de las cosas que quedan claras al leer este libro es la podredumbre sistémica que recubre a los organismos deportivos. Las guerras intestinas por controlar los deportes para beneficio de personas que jamás los han practicado pero aun así los dirigen; los personajes siniestros como Juan Antonio Samaranch o Primo Nebiolo, que nos se soportaban pero con el primero promoviendo al segundo dentro del olimpismo para tenerlo así más cerca y controlado; los ineptos que ostentan cargos de responsabilidad mientras dan una y otra vez muestras de no saber lo que ocurre en sus narices aristocráticas… o que lo saben, pero prefieren mirar para otro lado porque todos viven de ordeñar esa vaca que es el éxito que consiguen los deportistas, aunque para ello haya que violar las propias reglas del deporte. Todo sea por el márquetin y el dinero que proporciona.
Entre tanta basura queda claro que, en la guerra contra el dopaje, el tramposo siempre parte con ventaja con respecto al que intenta desenmascararlo, pero que entre las filas de la policía siempre hay gente de enorme e infatigable talento que, al final, siempre acaba desenmascarando a muchos héroes fraudulentos. Si algo se puede echar en cara a Moore en este libro es cierto partidismo para con según qué personajes. Con el entrenador de Ben Johnson, Charlie Francis, se muestra severo, a la vez que deja transpirar cierta admiración. Ben Johnson está claro que le cae muy bien – yo mismo, que recuerdo haber visto la carrera de Seúl a los 8 años y era, por entonces, fan de Lewis, he acabado cogiendo cariño a Ben Johnson -, no así Carl Lewis. Y al entrenador de este, Joe Douglas, intenta soportarlo lo mejor que puede. Por fin, a los investigadores contra el dopaje los trata con un tremendo respeto. Todo esto hace que quede cierta sensación de falta de ecuanimidad, pero, a la vez, tampoco parece que esta presentación difiera mucho de la realidad. Es decir, de las declaraciones de Ben Johnson es fácil extraer que era una persona no muy brillante, al que la naturaleza dotó de una tremenda fuerza física, por lo que algunos lo manipularon y de lo que otros quisieron aprovecharse (escalofriante la conversación entre el fisioterapeuta de Johnson y el médico, cuando el primero dice “¡Nuestros sueños se han cumplido! ¡Ahora vendrán los coches, las casas y el dinero que lo pagará todo!”, mientras el médico le responde que no, pues no ha firmado ningún contrato); pero cuando uno recuerda al Carl Lewis de aquella época, aquellas horrorosas canciones pop con las que intentaba ser un remedo de Michael Jackson, o esos aires de grandeza que mostraban a una persona ajena por completo de la realidad del mundo, no puede evitar ver la contraposición del niño pijo y el niño pobre, del que lo tuvo casi todo y el que llegó sin nada, y desarrollar simpatía hacia el menos favorecido.
Es un libro magnífico, bien estructurado y mejor argumentado. Rebosante de fuentes y con una redacción ágil, que hace agradable su lectura. Moore es, desde luego, un grande a la hora de analizar y contar las historias, lejos de la ampulosidad de otros escritores británicos. Y, aunque a veces peque de falta de ecuanimidad, eso no le resta ni un ápice a la lectura. Desde luego que disfruté trabajando en este libro; primero, porque fue un reto alejarse de los campos del ciclismo, en los que me encuentro más cómodo, y segundo, porque aunque fuera un crío, viví aquella carrera con la emoción con la que la vivió el planeta entero, podría decirse, y aprender tantos datos nuevos y ver dicha carrera desde el prisma que nos muestra, me sirvió para redescubrirla. Una lástima que hoy sepamos que solo dos de esos ocho atletas corrieron limpios, según se cree, porque, aunque falsa, aquella carrera fue todo un espectáculo.
Podéis encontrar el libro en la web de la editorial, y también en Amazon.

2 comentarios en «La Carrera Más Sucia de la Historia – Richard Moore»
Me flipó este libro. Una gran oportunidad para rememorar aquel día del 88, con todo el planeta pendiente de quién era el hombre más rápido (y tramposo) del mundo.
Es probable que en los últimos 50 años haya habido pocas ocasiones en las que un porcentaje tan alto del mundo ha estado pendiente de un evento. Y, desde luego, fue una estrepitosa caída del decorado que dejó del todo visibles los hilos de las marionetas.